jueves, 3 de diciembre de 2009

El Retorno de los Brujos



He estado releyendo un libro que compré en el año 1972, un libro hecho pedazos que me acompaña a todos lados desde que tenía 16 años.
Marcó una época de mi vida especialmente plástica y sensible. Excitó mi imaginación, alentó mi curiosidad, dio alas a mi rebeldía y a mi deseo de conocer. Hoy, casí cuarenta años después, al releer una parte, me encuentro con un párrafo subrayado, que me conecta con aquel adolescente idealista, que intuía y creía y hoy sabe (o cree que sabe) por la experiencia vivida.

“Todo lo que queremos decir hoy, es que la idea religiosa, borrada por un momento, puede volver a los espíritus y a las conciencias porque las conclusiones actuales de la ciencia los predisponen a recibirla. Existe desde ahora, si así puede decirse, una religión a punto, y si no penetra en este instante en las profundidades de la sociedad, si la burguesía es vulgarmente espiritualista o tontamente positivista, si el proletariado se halla repartido entre la superstición servil y un materialismo feroz es porque el régimen social actual es un régimen de brutalidad y odio, es decir, un régimen antirreligioso. Y no es, como suelen decir los declamadores vulgares y los moralistas sin ideas, que nuestra sociedad sea irreligiosa porque tenga la preocupación de los intereses materiales. Por el contrario, hay algo de religioso en la conquista de la Naturaleza por el hombre, en la apropiación de las fuerzas del Universo para subvenir a las necesidades de la Humanidad. No; la irreligiosidad está en que el Hombre sólo conquista la Naturaleza esclavizando a los hombres. No es la preocupación por el progreso materias lo que aparta al hombre de los pensamientos elevados y de la meditación sobre las cosas divinas, sino el agotamiento producido por un trabajo inhumano, que no deja, a la mayoría de los hombres, fuerza para pensar ni siquiera para sentir la vida, es decir para sentir a Dios. También la sobreexcitación de las malas pasiones, de la envidia y del orgullo, absorbe en luchas impías la energía íntima de los más esforzados y de los más dichosos. Entre la provocación del hambre y la sobreexcitación del odio. La Humanidad no puede pensar en el infinito. La Humanidad es como un gran árbol, lleno de moscas que zumban irritadas bajo un cielo tempestuoso, y, en medio de este zumbido de odio, no puede oírse la voz profunda y divina del Universo...”

Esto lo escribió Jean Jaurés en sus últimos días (fue asesinado por oponerse a la entrada de Francia en la 1ª Guerra Mundial)
Por si sientes curiosidad sobre el personaje : Sobre Jaurés en Wikipedia

Por cierto el libro que cito se titula “El retorno de los Brujos”, un batí burrillo de ciencia ficción (realismo fantástico lo llaman sus autores), filosofía, religión, política, esoterismo, literatura, etc...,un cajón de sastre estupendo, lleno de ideas incompletas, inexactas, literarias pero cargado de energía y fe en el futuro de la Humanidad, escrito poco después del fin de la 2ª Guerra Mundial en plena Guerra Fría, un cántico esperanzado a la ilusión de vivir, un regalo de la feliz influencia de las ideas de Teilhard de Chardin que luego tanto años me pasaría descifrando y que hoy creo empezar a comprender, tal vez por que ya no empleo tanto el cerebro para penetrar el significado de las frases, sino porque dejo que el corazón haga su trabajo.

martes, 12 de mayo de 2009

Sobre el Infierno




El infierno existe.
¡¡¡Qué extraño!!! Tener que decir esto después de casi 30 años de ateísmo incrédulo. Hasta ahora había considerado el Infierno como un tema anticuado y rancio de los curas, como el “coco” con que nos asustaban cuando niños para que nos portáramos bien, pero ahora, a mis 52 años, como quien descubre el Mediterráneo por primera vez, descubro que el Infierno existe.
Claro que no existe como un lugar: Aquel sitio, bajo tierra, donde los diablos con tridentes atormentan a los pecadores, con los calderos de aceite hirviendo y toda esa mierda...no, no, no.
No es un espacio, pero si es un tiempo, o mas exactamente es donde pasamos el tiempo en el que no estamos “aquí y ahora”.
Me explico: Cuando me dejo ganar por las nostalgias del pasado, cuando me entusiasmo con las expectativas del futuro me llevan los demonios. El infierno es dejar de vivir el presente, el “aquí y ahora”, que es lo único que tenemos, y dedicarnos a pensar-sentir en el pasado o en el futuro. Cuando revivimos recuerdos descendemos a los infiernos, cuando deseamos y especulamos sobre como van a ocurrir las cosas, estamos poniendo a hervir las calderas donde caeremos debido a la frustración.
Cuanto más lo pienso más claro lo veo. El año pasado después de recibir en el Camino de Santiago la gracia de la Iluminación (aunque me duró poco por que soy muy bruto), pude comprobar por mi mismo que el Cielo estaba aquí, todo era cuestión de estar conectado, pero no me daba cuenta que por eso mismo también está el Infierno, que, claro está es estar desconectado. En aquel momento aún tenía suspicacias con la tradición religiosa y no podía entender que lo mismo que no hacía falta esperar a la Muerte para estar en el Cielo, unido a la Divinidad, tampoco hacía falta morirse para estar en el Infierno, son contemporáneos nuestros, están accesibles en todo momento, todo consiste en vivir el “aquí y ahora”, o descolgarse entre recuerdos y expectativas.
Ya sé que no es nada nuevo lo que estoy diciendo, que hace siglos y siglos que se viene diciendo, y que yo lo habría oído infinidad de veces, pero hoy ha llegado el justo momento de “darme cuenta”. Perdonar mi brutalidad y mi tardanza en llegar, perdonar por todo el rodeo que tuve que pegar; aunque haya sido bonito, visto desde aquí, no puedo dejar de pensar en ello como una pérdida de tiempo y...justamente ahora, sin darme cuenta, estaba abriendo la puerta de mi Infierno preferido: El Pasado, por poco...
Hay que estar alerta, el rabo del demonio no descansa y en cualquier momento estaremos dándole vueltas a la “matraquilla” (disco rallado) de lo que sucedió, o estaremos soñando despiertos con nuestros deseos, muy sutilmente el diablo habrá hecho nido en nosotros y, sin tufo de azufre, estaremos en nuestro Infierno privado, cociéndonos a fuego lento, esperando que pase la cuchilla para hundirnos en la mierda...