lunes, 30 de julio de 2007

De acampada en el Barranco de Masca






Este fin de semana estuve de acampada en el Barranco de Masca. Por fin!!!. Después de muchos años de espera y anhelo, llegó el tan deseado momento. Pero, como dice el dicho: “Ten cuidado con lo que deseas...”.
Casi todos los años vengo organizando una excursión que atraviesa el Barranco de Masca y que desemboca en la playa. La he hecho ya muchas veces, pero para mí siempre es como la primera vez, asombro y encanto. De hecho cuando me refiero a esa excursión, la nombro como LA EXCURSIÓN, porque no hay otra como esa. Como no podía ser menos, esta vez el Barranco de Masca no me decepcionó. Como siempre es capaz de despertar en mí lo mejor. Pero ahora ya no se trataba de disfrutarlo en tránsito, ahora podía permanecer, contemplar, escuchar, deleitarme con los juegos de luces de sus imponentes atalayas, con el rumor cantarín de sus arroyos, con el aterciopelado silencio de su garganta, con los ecos de sus oquedades, en fin , que esta vez iba a empaparme en su contemplación sin prisas, sin la dinámica de la bajada del grupo, sin las carreras por llegar a la playa, al barco que nos devuelve a la civilización. Esta noche podría habitar y ser habitado por el espíritu del barranco de Masca. Esta vez iba a ACAMPAR. Con miedo, porque el Barranco ya se ha cobrado sus víctimas, con muchísimo respeto y devoción, porque a las grandes catedrales góticas hay que entrar piadosamente y con mucho recogimiento.
Contra toda mi costumbre la acampada se trabó sin planearlo ni meditarlo, surgió casi por casualidad después de desechar otras opciones por fuerza mayor. Entró de rondón, en el último momento, y mi sospecha era que, finalmente, el grupo la descartaría, como tantas veces la habían descartado otros grupos. Pero no, contra todo pronostico aceptaron acampar en el bendito / maldito lugar. Hay que decir que justo ahora hace un año, un joven de los Realejos había sido aplastado por un desplome de rocas, justo dónde era más improbable que le pasara, por lo que las autoridades locales además de prohibir la acampada se proponían impedir nuevos intentos de acampada con medidas de seguridad. Es decir, que contra todos los obstáculos, en un alarde de imprudencia (como más tarde señalará Angustias, una chica del grupo de los cinco), nos lanzamos a la aventura, que, desde luego, no nos defraudaría.
Ahora que lo rememoro me doy cuenta de la tensión emocional de algunos de los componentes y soy capaz de vibrar con una emoción que entonces no me caló, tal vez porque me blindé para no dejarme gobernar por el miedo. Empezamos a caminar tres horas después de lo previsto, al principio yo lo achaqué a la proverbial manera de medir el tiempo que tiene esta gente, al deseo de aquilatar el placer y el esfuerzo, al muchísimo calor que se había metido de repente. Estuvimos mas de una hora en la plaza del caserío de Masca, las chicas Angustias y Gloria metidas en una pequeña ermita. Al principio pensé que se habían metido para paliar el calor, luego cuando empezó la misa pensé que por amor al rito o por piedad, y finalmente me di cuenta que era por miedo, para ofrecerse a todos los santos y ponerse bajo su protección.
No hay como una convivencia para conocer a la gente y más si ocurre alguna dificultad excepcional para que cada uno muestre lo que lleva dentro.
Como no podía ser menos, el Barranco nos daría también la oportunidad de ir más allá de la contemplación, la aventura haría que la experiencia fuera más enriquecedora.
Empezamos a bajar a las 20:00, faltando poco mas de una hora para que anocheciera, el Barranco necesita de 3 horas para ser bajado prudentemente, con lo cual, debido al poco margen de tiempo de luz, habríamos de acomodarnos en cualquier sitio, sin muchas alternativas para elegir. Eso no quiere decir que el Barranco no nos ofreciera un sitio maravilloso y único de los muchos que puede ofrecer, eso significa que, en las condiciones de luz que había, no se podía discutir mucho sobre si el sitio era o no “el sitio”, “Es lo que hay”.
Tras inagotables discusiones sobre si instalar las casetas o no, sobre si las piedras del suelo eran muchas, sobre si el risco eran potencialmente peligroso para derrumbarse sobre nuestras cabezas, sobre si habíamos cargado mucha comida, que si poca...
En fin decidimos acampar al lado de un chorrito cantarín, de agüita fresca y limpia. Los riscos, como guardianes del lugar, se mostraban inaccesibles, enaltecidos, hermosos y arrogantes.
Con una excusa me aparté del grupo un rato, precisaba estar a solas con Él, sentir su presencia, su silencio, su grandeza, su potencia, sus juegos de luces sobrecogedores, iluminado por la luz dorada del crepúsculo. Pero fue por muy poco tiempo, anochecía, pensé que podría ser peligroso volver con un camino con tantas piedras, donde tan fácil es torcerse un tobillo, pero sobre todo por responsabilidad con el grupo.
Volví allí donde todavía seguían discutiendo, según su costumbre. Preparamos unos bocadillos para cenar y nos recostamos para ver el espectáculo de la aparición de los luceros. Venus apareció por el filo del barranco, con prisa, como queriendo atravesar el barranco rapidito, como así acabo haciendo. A pesar de que la luna estaba llena no quiso asomar su hermoso rostro en aquel marco inigualable, encajonado por los filos de los riscos.
Durante un buen rato risas y fiestas llenaban el aire, mientras la oscuridad ya nos rodeaba por completo, salvo por el trocito de cielo, en el que las nubes reflejaban la luz mortecina de la luna. Las risas ya duraban demasiado, de hecho Angustias se reía como sólo lo haría una histérica, con una risa compulsiva y nerviosa. Bueno, pensé, ya se calmaran, en algún momento Su Presencia los acogerá y Su Amor los llenara de las bendiciones de aquel sitio ungido.
Entonces empezó. De repente, se oyó como un bramido que se amplificaba a medida que iba bajando por el Barranco. El ruido era pavoroso, reverberando entre aquella paredes resonaba como si fuera un alud. Un viento fuerte que venia desplomándose desde las cumbres venia ardiente, arrollando con su calor y su potencia todo lo que se le pusiera por delante. Parecía que se habían soltado todos los demonios y que las llamas del infierno se abatían como una bola de fuego sobre el barranco y sobre nosotros. Después del primer embate nos quedamos mas asombrados que heridos. ¿Cómo era posible que el aire ardiente bajara y más que lo hiciera con aquella fuerza, sin ser seguido además de aire frío?. Tal vez se trataba de un incendio. De hecho este mismo fin de semana se habían desatado sendos incendios en La Gomera y Gran Canaria que a esa hora devoraban los bosques. Pero no podía ser, no se veían llamas, no olía a humo ni nada parecido. Claro que la perspectiva desde el fondo de un barranco en la noche no es la mejor para saberlo. Las nubes corrían en el cielo rápido desde el Sur, en dirección contraria a la que traía la bola de viento ardiente que nos acababa de golpear.
Nuevamente y ahora con más fuerza volvió otra vez el alud de ruido y fuego, y otra vez, y otra vez, y otra vez y así lo haría durante unas horas interminables. La piel quemaba, las mucosas secas te aturdían, los ojos escocían, la garganta ardía al respirar, la sensación empezaba a ser mas que agobiante. Más tarde todos comentaríamos que pensábamos que se habían desatado los demonios del infierno. Considerar la huída era impensable dado las dificultades del camino a esas horas sin más luz que la de una linterna. El miedo se empezaba a instalar. Angustias, en el fondo de su saco rezaba y pedía por la salvación de su alma, convencida de que íbamos a morir deshidratados, y que nos encontrarían al otro día como momias liofilizadas. Gloria buscaba el alivio de su desesperación en el chorrito, mientras Aitor (al que parece que nada le afecta, que todo lo aguanta) se desvivía para paliar la angustia de Gloria, enzarzados en una discusión interminable. Boris, siempre hermético estaba refundido en lo más profundo de su saco. Yo por mi parte, tocado por el miedo, ya había decidido que había que huir, pero ¿cómo?. Finalmente, llegó el momento de la aceptación. Era Él, que así se manifestaba, para justificar nuestros temores, para que sintiéramos lo poquita cosa que somos, las frágiles criaturas que tanto se creen de si mismos por disponer de la tecnología, y de Su Amor incondicional. En ese momento me serene y pensé que, tal vez dentro del saco no se estuviera tan mal, al menos no sentiría el efecto de abrasión del viento. Efectivamente, esto lo llamaría después Aitor el “Efecto chilaba”, y la verdad es que funcionó de maravilla. Metido en el saco se sentía calor, desde luego, pero al menos el abrasador efecto del viento ya no te afectaba. En un alarde de creatividad se me ocurrió llenar una botella del chorrito y empapar el saco de dormir. ¡¡¡Eureka!!!. Había reinventado el “cooling”, es decir, estaba aplicando rigurosamente los principios del famoso principio conocido como “Mecanismo del botijo”. Ahora ya podía venir la Bola de Fuego, que allí estaría esperándola. Efectivamente, cuanto más fuerte soplaba el viento ardiente y seco más se hinchaba mi saco de aire, que, al humedecerse en su paño se refrescaba hasta hacerme pasar FRIO.¡¡¡Qué paradoja!!!. Alabado sea tu nombre.
En seguida intente compartir mi descubrimiento con los demás, pero era inútil, cada uno encerrado en su Universo, pasaba por la experiencia como le era propio. De poco serviría que les dijera que yo estaba tan fresquito, no me podían creer, cada cual ya había decidido a su manera como pasaría y como afectaría a su vida ese acontecimiento.
Entonces me abandoné al placer de mi saco “cooling”, acomodé unos cuantos guijarros y me dejé dormir en los brazos de Él. Horas después el viento se fue tal y como había llegado, de golpe. La noche recupero su serenidad y frescura. Gloria roncaba dulcemente y, por fin parece que la paz reinaba. A las dos de la mañana Angustias, creyendo que estaba amaneciendo, se levanto dando voces para que todos nos incorporáramos y saliéramos lo antes posible de aquella ratonera. Tras tranquilizarla, volvimos a dormirnos hasta que las primeras luces ya no pudieron impedir cumplir el deseo compulsivo de Angustias de salir de allí lo antes posible. Aitor, que había cargado como un borrico su mochila, se disponía a agasajarnos con un espléndido desayuno. No fue posible, el pánico estaba impreso en la cara de Angustias. Su rictus no se aflojaría hasta llegar a la playa, y solo se relajaría definitivamente hasta llegar a la puerta de su casa.
Ni siquiera, creo, que disfrutaron del paseo en el barco hasta el muelle de Los Gigantes, que excepcionalmente, y por primera vez para mí, se demoró navegando pegadito a la costa, lo que nos permitió disfrutar de los acantilados como nunca lo había podido ver antes.
Acabamos yendo a comer a un restaurante de comida casera en el que siempre he comido muy bien, a las cuatro de la tarde, con mas cansancio que hambre. Tras una larga espera no sirvieron un pescado que estaba carbonizado y seco, aunque eso no impidió que nos lo comiéramos y que, por fín, Angustias recuperara parte del bienestar que parecía que la había abandonado. Boris más hermético y yerto que nunca rehusó comer, tal vez no hablara, pero su expresión corporal era mucho mas elocuente, estaba en un estado de crispación y encono. Aitor en su papel de patriarca, tratando de socorrer con su inmensa generosidad a unos y a otros, y Gloria moderando ese afán de Aitor de querernos hacer felices a su manera y a nuestro pesar.
Mi gratitud con ellos es inmensa, puesto que les debo haberme ayudado a cumplir un sueño, (aún a pesar de habérmelo reprochado Angustias con alevosía). Máxime por haberles conducido a “una de las experiencias peores de su vida” –Angustias dixit- . Con todo a quien debo dar las gracias especialmente es a Dios nuestro Señor que en su inmenso amor me protege y me pone a prueba como Padre amoroso que es para que crezca y me desarrolle. Gracias Señor.

martes, 24 de julio de 2007

Sobre la GUERRA

Esta mañana me levante pensando en lo difícil que es para mí encontrar el camino de la paz, de la paz interior, de la paz con los demás, de la paz en el mundo.
Pensaba sobre lo fácil que es engancharse en el propio dolor o en el de los otros para odiar. Pensaba en cuantas veces he sido víctima de mí mismo y salvador de otros.
Será porque siempre fui delicado de salud, o sobreprotegido por mi madre, el caso es que siempre rehuí la competición (nunca he jugado un partido de fútbol), especialmente la competición que supusiera algún grado de violencia física. Aborreciendo las guerras, me hice pacifista, objetor de conciencia, aunque al final el miedo a la prisión me llevaría a las filas del Ejercito, del cual salí por exclusión médica.
Siempre a favor de los juegos solidarios, en contra de regalar juguetes bélicos a los niños, en contra del sistema basado en el terror armamentístico, contra la guerra fría, la guerra de las Galaxias, la guerra de Vietnam, de Irak...y, sin embargo, la Paz cada vez está más lejos, cuanto más la he perseguido para mí y para los demás, mas y mas se aleja de mi vida.
He aprendido que cuando un problema parece no querer resolverse en una dirección, hay que ensayar la dirección opuesta. Es el cuento de la avispa y la mosca en la botella, la avispa pugna y pugna contra el vidrio en la dirección de la luz y rara vez sale, la mosca también pega contra el vidrio pero al final da la vuelta y emprende otro y otro camino hasta que encuentra la salida.
El camino contrario, en este caso me llevaría necesariamente a aceptar las guerras, la competición y la violencia que nos hacemos. ¿ Qué paradoja que el camino hacia la Paz pase por aceptar todo lo que la destruye?
Está claro que en lo personal la violencia, la competencia, las guerras siempre ofrecen un resultado negativo. En una guerra, aunque haya un vencedor satisfecho, el precio que hay que pagar es tan alto, que ni el mismo vencedor queda exento de pagarlo. En cualquier competencia parece que la suma es cero: La ganancia del vencedor se compensa con la pérdida del perdedor. Pero eso no es todo. Antes me sentía inclinado a pensar que si en lugar de competir los contrincantes se hacían solidarios sólo podrían sumar ventajas para repartir entre ambos, lo cual es verdad, pero tampoco es toda la verdad.
Vamos a hacer como la mosca en la botella, vamos a cambiar la perspectiva. Si lo vemos desde el punto de vista del colectivo, de la tribu, del pueblo de la nación, de la humanidad, de La Vida las cosas se ven distintas. Según nos elevamos desde lo personal a lo colectivo, se empiezan a ver los beneficios de la competencia, su necesidad, incluso de su forma más extrema: la guerra. Puede parecer cínico pero no cabe duda de que la competencia del mercado capitalista contribuye más al desarrollo económico y social que la economía centralizada de forzada solidaridad. Lo que está claro es que la competencia está presente en todas las formas de vida y es un factor necesario de superación y mejora de los seres vivos. Es más, parece que funciona en pareja con la cooperación, de manera que un equilibrio entre competencia-cooperación se hace necesario a todos los seres vivos. Vivir sólo en competencia, la lucha por ser el mejor hace que nuestra vida acabe pronto, pero permite que nuestros genes, nuestros “memes”, nuestras creencias, nuestras ideologías se transmitan mejor que los de la competencia. Vivir solo en cooperación sólo ha sido posible en el experimento social de algunas economías centralizadas, supone que todos han de vivir acorde al mínimo común, repartiendo la miseria, nivelados por la envidia y la pereza, algo que recuerda más a la muerte que a la vida misma.
¿Entonces las guerras sirven a los intereses de la Humanidad, aun a costa de acabar con ella?. Pues sí, así parece. Lo que está más claro es que lo que la competencia nos ayuda a mejorar con cierto sufrimiento, la guerra lo hace de una manera más eficaz, rápida y cruel.
¿Entonces hay que amar la guerra?. Si amamos a los seres humanos como son, con sus virtudes y con sus defectos, desde luego que sí.
A nadie le gusta ver como un tigre devora a un cervatillo, pero si no queremos odiar a los tigres por amor a los cervatillos tenemos que entender que eso es bueno para los dos como especie, depredador-presa evolucionan juntos, y seguramente lo peor que podría pasarle al mundo es que desaparecieran los tigres, malo también para los ciervos, que en ausencia del depredador degenerarían como especie.
Además es evidente para cualquiera que se haya ocupado de saber sobre el origen de las especies, tigres y ciervos provienen de una misma especie de ratón.
El hombre ha acabado con todos sus depredadores naturales, por eso necesita un depredador: el mismo hombre, “El hombre es un lobo para el hombre”, el dicho es muy viejo. Necesitamos, como especie, alguien o algo que nos depure, que nos seleccione, que nos haga mas aptos. Si algún alienígena llegara a la tierra y se convirtiera en nuestro depredador, dejaríamos de guerrear entre nosotros y solo buscaríamos la cooperación para enfrentarnos a nuestro carnicero.
¿Se vé ya el camino de la Paz?.
Estoy seguro que mucha gente bienintencionado, límpios de corazón, pensarán que esto es un ejercicio de irresponsabilidad, de dejación, tratar de enmarcar así el problema de la guerra, y de paso sacudirse de la obligación de “luchar por la paz”. Pero quizás sea así, cada uno lo sabrá en el fondo de su corazón. Para mí, supone un bálsamo a mi dolor el comprender no sólo la inevitabilidad, sino la necesidad de la guerra, supone aceptar el sufrimiento ajeno y comprender que en cualquier momento me tocará a mí pagar ese impuesto y tendré que entregar a mi hijo a las garras de ese tigre.

viernes, 20 de julio de 2007

Sobre el TERRORISMO.

Leo las declaraciones de Abdullah Bin Haji Ahmad Badawi, primer ministro de Malaisia en un articulo de El País titulado El verdadero reto de los países musulmanes, que trata acerca de crear las condiciones en los países islámicos para acabar con el terrorismo.
Aunque hay que reconocer que contiene muchas cosas acertadas y deseables, cargado de buenas intenciones, creo que no valoran adecuadamente el fenómeno del terrorismo.
Ante todo debo admitir que no soy un especialista en el tema y que lo único que puedo hacer es opinar, pero quiero hacer mi aportación para ver si podemos echar un poco de luz sobre el tema. De la misma manera que todos los pintores no son iguales aunque se puedan agrupar así por lo que producen, los hay de brocha gorda y fina, y ésta que paradójicamente es la cualidad que menos los diferencia, es la que nos hace entender el abismo entre uno y otro.
Con los terroristas pasa lo mismo, los metemos a todos en el mismo saco por lo que hacen, pero hilando un poquito más fino los diferencia y mucho el por qué y para quién lo hacen.
Leyendo el articulo uno puede acabar con la conclusión de que la misería, la injusticia, la ignorancia son el caldo de cultivo ideal para que aparezcan los terroristas, y que se trata pues de acabar con esas lacras para que desaparezca el terrorismo. Pero, ¿Cómo me cuadra eso con ETA que nació de una clase pudiente, que estudiaba en un seminario? La sociedad española ha mejorado y mucho. ¿ Ha servido eso para que abandonaran las armas?. ¿A alguien le parece que Bin Laden se hizo el terrorista más buscado debido a su condición de pobre, inculto y oprimido?. ¿ Alguien ha visto los documentales sobre los autores del 11-S?. ¿ Le parece que alguno de ellos era un desarrapado, ignorante y sometido por la tiranía?.
Yo no digo que las condiciones de sufrimiento de los pueblos, de las gentes, sean origen o motivación para que algunos emprendan estas acciones terroristas, pero creo que hay que intentar ir más lejos.
Todos despreciamos y abominamos de los terroristas, por la cobarde y odiosa manera que tienen de asesinar y aterrorizar a la gente inocente y también por la estupidez de su auto inmolación.
Sin embargo intentemos penetrar en su piel, ponernos en su lugar, latir con su corazón de ser humano. Ya sé que no es fácil, pero cualquiera, cristiano o no, sabe que hay que ponerse en el lugar de su enemigo si quiere, al menos comprender, digo comprender, no perdonar.

Lo primero que se nos ocurre es que están locos, llenos de odio, sedientos de sangre, de violencia, deseosos de sembrar la muerte, nihilistas desesperados, ansiosos de terminar con sus vidas y arrastrar con su muerte a otros, pero ay!, esa no es la manera en que ellos se ven a sí mismos, esa es todavía la manera en que nosotros los queremos ver. Se podrá odiar mucho a Bin Laden, hacer caricaturas odiosas de su figura, pero, así nos pese, se le ve sereno, dulce, de mirada seductora, de formas elegantes y delicadas. ¿Cómo se le puede ver así?. Por que está “entusiasmado”, que quiere decir “lleno de Dios”, ha encontrado el sentido de su vida, está haciendo “la Obra de Dios”, por eso se le ve tan relajado y por eso resulta tan fascinante para sus seguidores. Aunque sea una digresión y sea sacar las cosas de su sitio aún diré que mucha de la fama que El Ché tuvo y tiene le viene de esa imagen “crística” que tanto cautivó y cautiva a los jóvenes, la misma que tiene Bin Laden(...).
Podríamos ahondar más diciendo que los que ordenaron bombardear Alemania en la Segunda Guerra Mundial, tampoco eran unos criminales sedientos de sangre ( Al menos para mí Winston Churchill y Franklin D. Roosevelt no me parecen que hayan sido considerados como criminales de guerra).
En cualquier caso, vuelvo al tema del pintor, no podemos mezclar a unos con otros por lo que hacen, sino por qué lo hacen y para quién. Tambien ha habido terroristas del Mosad, el servicio secreto israelí, (uno de ellos llegó a ser Primer ministro de Israel Ehud Barak), que infundidos de amor a su pueblo asesinaron (“ajusticiaron” en la terminología de ellos) a terroristas palestinos.
Está claro que para Bin Laden, así como para los autores del 11-S, que es de los que más información de tipo personal hemos podido conocer, las condiciones en que ellos se criaron, educaron y desenvolvieron no eran las del hambre ni la opresión. Es más, desde que los hombres fundaron sociedades ha habido terroristas, las mejoras sociales sustanciales desde entonces a acá no han contribuido a que el fenómeno desaparezca, por lo que, sin dejar de ser loable las iniciativas de Abdullah Bin Haji Ahmad Badawi, estas contribuirán a la mejora de las condiciones de sus pueblos, pero no erradicaran el terrorismo.

PD: ¿Entonces no hay solución al terrorismo?. No lo sé. Puede ser que no. Aún me atrevo a decir que el problema enlaza con el del juego descrito por Eric Berne en LOS JUEGOS EN QUE PARTICIPAMOS, la solución tal vez pase por dejar de jugar a PERSEGUIDOR-SALVADOR-VICTIMA. Está claro que mientras haya quien desee jugar al papel de SALVADOR, en el momento en que encuentre una VÍCTIMA y su PERSEGUIDOR complementario, tendremos juego para rato. Desde luego si cambiamos las condiciones de la relación VICTIMA-PERSEGUIDOR tal vez reduzcamos el número de los quieran jugar a SALVADOR pero me temo que mejor sería hacerse consciente del juego: El SALVADOR tiene que entender y aceptar la necesidad del sufrimiento, el propio y especialmente el ajeno, comprender el valor y la importancia del sufrimiento. Para las VICTIMAS dejar de jugar, supone aceptar y entender la necesidad del sufrimiento, especialmente el propio. El PERSEGUIDOR tendrá que entender que no necesita utilizar el sufrimiento de los demás para conseguir lo que necesita, y darse cuenta de que ese sufrimiento que engendra se vuelve sobre él mismo.